En los alrededores de Mirabel, durante la Edad Media, los musulmanes construyeron una fortaleza sobre la que posteriormente los templarios edificaron el castillo que actualmente podemos ver (los restos actuales corresponde a la remodelación efectuada en el siglo XV). Esta fortaleza se encuentra situada sobre un cerro de la Sierra de los Canchos formando parte así de la línea defensiva que se levantó en torno al río Tajo, era tan recia su situación que fue conocido como “Castillo de la Peña del Acero”.
Sobre esta fortaleza existe una leyenda que transcurre durante la Reconquista y es la siguiente: en torno a 1.172, cuando este castillo se hallaba en poder de los templarios tras haber sido arrebatado a los moros, el ejército almohade de Abú Yusuf, decidió por todos los medios, sin importar el tiempo y sacrificio que costase, recuperar la fortaleza. Es por ello que idearon un cerco tenaz y estrecho que cortase el suministro de víveres y provocase así la rendición incondicional de los sitiados.
Una vez establecido el cerco y pasados varios meses, como era de esperar, en el interior del castillo los víveres comenzaron a disminuir alarmantemente y el espectro del hambre y de la epidemia se cernían amenazantes sobre la fortaleza. Las esperanzas de que llegaran apoyos se disipaban y a esto se unían las actitudes cada vez más hostiles de los sitiados, los motines se sucedían casi a diario y cada vez arreciaban con más fuerza mientras el Comendador Frey Lope de Zúñiga se sentía impotente para controlar la situación.
En este escenario lleno de dificultades, cierto día las cosas se volvieron más difíciles, si cabe, y es que en el interior un grupo enfurecido exigió la entrega inmediata de su ración de comida diaria. Pero solamente quedaban trece panes ¿Cómo dar de comer a todo el castillo con trece panes? El Comendador, incapaz de controlar la situación y en un arrebato de ira o tal vez guiado por la Providencia, arrojó todos los panes por la ventana con tal fortuna que fueron a parar a los pies de los soldados almohades, quienes al ver aquella lluvia de panes y pensando que los sitiados tendrían abundantes recursos dentro, ya que podrían estar abasteciéndose a través de algún pasadizo secreto, decidieron levantar el cerco y retirarse.
Los cristianos al ver a las tropas almohades replegarse y asombrados tildaron aquel hecho como milagroso y Lope de Zúñiga fue premiado por la Corona: se le concedió llevar en su escudo las armas de su triunfo: los trece panes arrojados al enemigo.
Recordando este suceso, cada año, en memoria de su antepasado, los Señores de Mirabel instituyeron una curiosa costumbre y es que en el aniversario de este hecho, se concedía a trece pobres de la villa trece panes y otros recursos para cubrir sus necesidades más básicas. Cuando el Señorío de Mirabel se transformó en Marquesado, los señores Zúñiga y Sotomayor ampliaron su obra de caridad al crear la “Institución del Pan”, que estableció de forma vitalicia y con periodicidad diaria la entrega de dos libras de pan a cada indigente. Esto se practicó en Mirabel hasta el primer decenio del siglo XX, en que se extinguió tan curiosa obra de caridad.
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