Nos situamos en el siglo VIII, en la Reconquista Española, periodo en el que eran frecuentes las luchas entre moros y cristianos, desde esa época nos ha llegado una tenebrosa leyenda de castillos y fantasmas…
La historia cuenta que el castillo de Al-Mofrag (Castillo de Monfragüe) estaba gobernado por un noble Kaid, en aquellos años su joven esposa se encontraba embarazada y la pareja esperaba el primer vástago de la saga, pero el día del parto al nacer una hermosa niña la madre no pudo soportar el esfuerzo del alumbramiento y falleció.
La niña fue bautizada como Noeima y creció bajo la tutela del siempre vigilante padre. Noeima creció y se convirtió era la princesa más bella del lugar, coqueta, bulliciosa y llena de vida, era cortejada por los grandes señores árabes, pero el amor de estos no era correspondido por el corazón de la joven.
Estando en cierta ocasión, el castillo de Al-Mofrag sitiado por los caballeros cristianos Noeima se enamoró perdidamente de uno de estos guerreros, al que comenzó a ver en secreto durante los días que duró el sitio. Para poder encontrarse lejos de las miradas indiscretas la joven utilizaban un pasadizo secreto que conectaba el corazón de la fortaleza con algún paraje cercano al castillo. Cierto día, el joven caballero enamorado, conocedor de la existencia del pasadizo, se debatía entre el amor que sentía por Noeima y su deber militar como soldado cristiano, finalmente terminó cumpliendo su deber e informó a sus superiores de la existencia del subterráneo. El ejército cristiano lo utilizó una noche para tomar el castillo y sorprender a los árabes.
El Kaid antes de morir en la cruenta batalla y siendo conocedor del romance de su hija, lleno de ira y locura la maldijo condenándola a permanecer en aquel lugar para toda la eternidad, en castigo por su traición.
Desde entonces, se cuenta que en las frías noches de invierno, Noeima vestida de seda y coronada con una estrella negra que alumbra sus silenciosos pasos, abandona el ruinoso castillo para sentarse en el llamado Cancho de la Mora donde llora y llora su desdichada suerte vertiendo sus ojos lágrimas, que al caer al suelo se transforman en tesoros de perlas que se precipitan por las escarpadas laderas hasta unirse al río Tajo.
Varios siglos han pasado desde aquel suceso y no son pocos los que aun hoy juran haber oído el llanto de una joven en la oscuridad de la noche o haber visto la silueta de la bella sarracena sentada en el Cancho de la Mora.
Leyenda o no, se cuenta también que existe un pasadizo debajo del aljibe árabe del castillo que va a dar a algún lugar del actual Parque Nacional de Monfragüe.
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