A Tornavacas, procedente de Galicia, llegó cierto día un vendedor de paños. Recorría las casas del pueblo ofreciendo el género a sus vecinos, entre ellos se rumoreaban que traía mucho dinero en la talega.
Cierto día, una familia impulsada seguramente por un móvil económico, invitó al pañero a pasar a su casa con la excusa de comprarle telas. Una vez dentro sus moradores lo mataron para robarle todo el dinero y terminaron enterrándolo en la bodega.
Pasados los días los vecinos comenzaron a murmurar, hacía tiempo que no veían al pañero, lo vieron entrar en la casa de esta familia pero no lo vieron salir, parecía haberse esfumado. Las sospechas sobre la muerte del vendedor de paños a manos de esta familia comenzaron a ser cada vez más evidentes, sobre todo viendo como la familia había aumentado notablemente su nivel de vida comprado varias fincas en los últimos días.
Pero el desmesurado tren de vida de la familia no fue lo único que hizo sospechar. Pronto comenzaron a sucederse extraños fenómenos en la casa, al anochecer ruidos, gritos y lamentos acompañados de inexplicables movimientos de muebles y objetos se apoderaron de la vivienda. Pocos días después estos insólitos sucesos comenzaron a extenderse a las casas colindantes, cuentan incluso que en una casa aledaña, como por arte de magia se desplomó toda la vajilla colocada en una repisa de la cocina.
Y es que parecía que la maldición se había adueñado de la vivienda, pero el pueblo lo tenía claro, este poltergeist correspondía al espíritu del pañero muerto que regresaba del más allá en busca de venganza. La familia asesina pagó durante cuatro o cinco generaciones su crimen, teniendo que soportar durante todo ese tiempo los extraños fenómenos. El cadáver del pañero jamás fue encontrado.
Cuentan que el espíritu del difunto se apareció a sus nuevos moradores. El escritor Fernando Flores del Manzano, en Mitos y leyendas de tradición oral en la alta Extremadura recogió el testimonio que alguien cercano a una persona que vivió el suceso:
… la tía V., pasó un miedo terrible mientras vivió en aquella casa. Daba tiritones de los sustos que pasaba por las noches. Decía que el pañero se aparecía en forma de gato. Pero lo peor fue una noche en que estando su alcoba bien cerrá, el espíritu del muerto se coló por la rejendija de la llave. Y cuando la tía V. se dispertó, vio delante de ella al pañero muerto, vestío con la ropa que entonces gastaban, y los paños cargaos al hombro. Decía que no la habló ni na… Pero la tía V. cogió las mantas y el cabezal y se vino pa en ca mi madre, y durmió en la bodega por una buena temporá.
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