El duende gigante Entignao

El Entignao o Entiznáu es un duende con tamaño de gigante, de aspecto negruzco o tiznado, viste una levita negra y un sombrero de copa también negro. Vive en lo alto de la sierra de La Gineta (Hurdes), se le suele ver al amanecer o anochecer y siempre aparece liando o fumando cigarros puros que ofrece a los pastores. De carácter agrio, cuando su generosidad es despreciada es capaz de conjurar las más terribles tormentas. Hizo sus apariciones allá por 1902, en los concejos de Nuñomoral y Ladrillar.

La primera referencia escrita que se tiene de este gigante la encontramos en las actas del Primer Congreso de Hurdanófilos celebrado en Plasencia en 1908:

Un cabrero velaba por su rebaño cierta clarísima noche de julio en las cumbres de La Gineta. Dieron ganas de fumar un cigarro y al ir a encenderlo se encontró sin mecha. Mustio y desconsolado, con el apagado cigarro en la boca, tendió la vista hacía el río que a los pies de la montaña corría y ¡Oh asombro!, vio a un duende descomunal y gigantesco que, en forma humana, vestido de levita y chistera, descendía del Arroceño y caminaba río abajo con un largo puro encendido en la boca. Y tal era la estatura del duende que mojándose sus pies en el agua del río, la copa de su sombrero sobrepasaba los altísimos picos de La Gineta y El Capallar. Más el cabrero no se asustó porque, como el decía, quien viste de levita ha de ser persona decente; y con la mayor naturalidad del mundo le pidió lumbre para encender el cigarro”. “¡Toma!, le dijo el duende, y sin necesidad de empinarse le tendió el puro. Cogiolo el cabrero con ambas manos, encendió el cigarro, devolvió su puro al duende, siguió este su camino hasta perderse por la parte de Nuñomoral y el jurdano se fumó el cigarro tan campante

En esta ocasión el pastor aceptó la petición del duende-gigante, pero cuando se rechaza su ofrecimiento se enfurece sobremanera y con su eslabón y pedernal para encender cachimbas desata las peores tormentas.

Otra de sus apariciones sucedió cierto día, cuando bajaba un pastor con su rebaño por La Romaero, estaba atardeciendo y de repente desde el río surgió el Entignao, ofreciéndole un puro. Pero el pastor, en lugar de cogerlo y darle las gracias se lo rechazó:

– Toma esti cigarro-puro.

– ¡Pos vaya cosa: un cigarro-puro! Ya me podía usté dar una buena bolcheta de moneas de oro.

– Con que eris un avariciosu, que sólo quieres moneas de oro; pues ahora pol ser tan pragosu, vas a ve… 

El Entigano muy enfadado por la avaricia del pastor desató una tormenta que oscureció todos los montes y vino acompañada de tal cantidad de lluvia que subió el nivel del río llevándose las aguas al pastor y a todo su rebaño ahogándolos así.

Y es que cuentan que las tormentas en el mundo nacieron de los enfados de el Entignao, en concreto en las Hurdes cuentan que pone un pie en el Pico Mingorro y otro en el Pico Solombrero y con su sombrero de copa alborota las nubes. Tocando su tambor hecho con piel de lobo produce los temibles truenos y al restregar el eslabón con el pedernal de su rústico mechero salen los relámpagos.

Es temido por la Chancalaera, con la que posee cierta relación de enemistad.
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