Se cuenta que hace ya mucho tiempo en Badajoz existía la costumbre de preceder la procesión del Corpus Christi, con un hombre portando una enorme caldera de hierro, que era conocida por el pueblo como la Caldera del Portugués, de la misma forma se celebraba esta fiesta en la ciudad de Elvas (Portugal), pero en lugar de un caldero precedía la procesión una bandera llamada popularmente “El Estandarte de Badajoz”
Y es que cuenta la leyenda que en el siglo XIV, tras el llamado "Tratado de Elvas" que puso fin a la III Guerra entre Portugal y Castilla, las relaciones entre pacenses y portugueses se suavizó y los habitantes de Elvas olvidando por un momento las eternas rivalidades, atravesaban la frontera para celebrar la festividad del Corpus Christi en Badajoz. Entre los muchos festejos que existían en la ciudad en torno al Corpus, el pueblo tenía especial predilección por las representaciones teatrales y por las carreras de caballos. Uno de estos festejos premiaba al caballero más fornido capaz de dar el mayor número de vueltas seguidas a un trayecto circular convenientemente señalizado portando en su mano derecha el pesado estandarte de la ciudad de Badajoz, insignia con que las tropas de Alfonso IX entraron en Badajoz en 1230 conquistando la plaza a los musulmanes.
En la Sala de Armas del castillo de Elvas, en el año 1384, en la víspera de esta festividad, se reunieron frente al Gobernador de esta ciudad varios jóvenes elvenses, uno de ellos Juan Páez Gago sobrino suyo, que en un alarde de bravura y gallardía apostó ser capaz de secuestrar la bandera o estandarte de Badajoz, y traerlo al interior de la ciudad portuguesa. El intrépido portugués acompañado de varios compatriotas llegó a Badajoz el día que se celebraba esta antigua tradición y se inscribió en el torneo. Cuando llegó su turno empuñó el glorioso estandarte y al galope dio la primera vuelta, la segunda vuelta la dio con menos brío y cuando iba a realizar la tercera en lugar de seguir el trayecto señalizado emprendió al galope una precipitada huida estandarte en mano dirección a Portugal, mientras gritaba: ¡O estandarte levo! ¡O estandarte levo!
Los pacenses ante este insólito suceso tardaron en reaccionar, cuando lo hicieran partieron al galope varios caballeros en su persecución movidos innegablemente por un vehemente deseo de venganza ante una acción tan ruin. El Gobernador de Elvas al ver el gran número de caballeros españoles que se aproximaba en dirección a su plaza y con cierto temor mandó cerrar las puertas de la ciudad y dejar a su sobrino fuera. Juan Páez que les llevaba gran ventaja a los españoles se dirigió a una de las puertas para entrar en Elvas, pero el puente levadizo se encontraba levantado, cansando se dirigió a otra puerta, pero también estaba cerrada, viendo el valeroso caballero portugués que muy pronto sería alcanzado por las espadas españolas, arrojó el glorioso estandarte por encima de las murallas exclamando al caer junto a su caballo al foso: "¡Morra o home!… ¡Fique a fama…!" (Textualmente: "Muere el hombre, pero obtiene la fama.")
Los caballeros españoles se lanzaron todos sobre él, hiriéndole de gravedad en aquel mismo lugar con sus lanzas y espadas, posteriormente fue conducido malherido a la ciudad de Badajoz donde fue ejecutado públicamente y su cadáver arrojado a una caldera de aceite hirviendo.
De ahí la antigua costumbre de preceder la procesión del Corpus Christi en Badajoz con una caldera y en Elvas con un estandarte. El periodista masón pacense, Nicolás Díaz y Pérez estuvo investigando esta leyenda en el siglo XIX y nos cuenta que el caldero fue custodiado hasta el siglo XVI en las antiguas casas consistoriales levantadas en la Plaza Alta de Badajoz pero a partir de ese momento se le perdió la pista.
0 Comentarios