El Castillo de Montánchez, la prisión del I Marqués de Siete Iglesias

Rodrigo Calderón de Aranda nació en Amberes en 1576, fue un distinguido político y militar español y entre otros títulos ostentó el de I Marqués de Siete Iglesias, I conde de la Oliva de Plasencia, capitán de la guardia alemana de Felipe III, secretario de Cámara de Felipe III, privado del duque de Lerma y embajador en Flandes.

Fue un hombre ambicioso y sin escrúpulos y se convirtió en la persona de confianza del duque de Lerma, el hombre más poderoso del reinado de Felipe III. Por su personalidad insolente, fue especialmente odiado por los enemigos del duque entre los que se encontraba la mismísima esposa de Felipe III, la reina Margarita de Austria-Estiria.

Y es que la reina Margarita se opuso a los abusos e influencia del duque de Lerma y sus colaboradores entre los que se encontraba Rodrigo Calderón. Con ayuda del confesor real fray Luis de Aliaga consiguió que se iniciara una investigación que dejó al descubierto el entramado de corrupción que rodeaba al duque. En octubre de 1611, Rodrigo Calderón fue acusado de utilizar brujería contra la reina Margarita, la cual falleció en el parto tras dar a luz a Alfonso Mauricio de Austria. Posteriormente fue también acusado de varios asesinatos y declarado culpable, el 20 de febrero de 1619 fue arrestado en su palacio de Valladolid y conducido al Castillo de Montánchez que entonces se encontraba habilitado como prisión.

“Encerrado estrechamente con guardias de vistas en el castillo de Montánchez, fue don Rodrigo, permaneciendo allí incomunicado con gran custodia y con más rigor que el que había menester su persona, sin hablarle ni escribirle”.


“Allí, una noche, oyó a un desconocido trovador que al pie de una ventana y al sonido de una bandurria, cantando, le dio a entender que uno de los principales delitos que se le atribuían y por el que trataban de perderle sus enemigos era el de suponerle cómplice de la muerte de la Reina, verificada doce años antes.

Era una noche de lluvia y el fingido trovador cantó en voz fuerte:

 

Despertad, don Rodrigo, 

Si por ventura dormís,
Que vida que ha muerto un hombre
No es justo que duerma así.
Abrid esas celosías
Ya que la puerta no abrís,
Si no teméis que entre dentro
Un alma que pena aquí.
Y agora que estáis durmiendo
Cuidad que habréis de dormir,
No os duela que el Cielo llueva
Y que llueva sobre mí…
¡Escuchadme, don Rodrigo!
Porque os lo vengo a advertir:
A la Reina Margarita
Cuentan que hicísteis morir.
Acusado estáis por ello
Y no es culpa baladí.
En vano del Escorial
En su tumba yace allí.
Que por permisión de Dios
Los muertos suelen salir
O los duelos de los muertos
También los vivos reñir.
Hoy de su muerte os acusan
Mas no hay que fiar así
Del sol claro por Enero
Flor de almendro por Abril
Rodrigo a no despertaros
Es fuerte Dios el sufrir,
¡Arriba!… y abrid los ojos
Que no es tiempo de dormir…
Despertaos, don Rodrigo,
¡Que os quieren hacer morir!


Finalmente le condujeron a Madrid donde fue salvajemente torturado para conseguir que confesase los cargos de asesinato y brujería que contra él pesaban. Murió degollado, por su condición de noble, en la plaza Mayor de Madrid el 21 de octubre de 1621. A pesar de no haber muerto en la horca queda en el refranero español: Tener más orgullo que Don Rodrigo en la horca, debido a la dignidad y valentía que presentó a la hora de morir.
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