Cierto día de 1950 Manuel Guillermo regresaba a su casa por una pista forestal cercana a la alquería hurdana de Huerta, se encontraba anocheciendo y caminaba despreocupado entre los pinares, con el trinar de los pájaros de fondo.
De pronto comenzó a escuchar un intenso zumbido, extrañado, miró monte arriba descubriendo como se acercaba hasta él, con una velocidad endiablada una misteriosa esfera suspendida a unos dos metros del suelo. Esta luminaria tenia un pico prominente en su parte superior que emitía flashazos de una luz azulada tan potente que se filtraba por todos los rincones del bosque.
Manuel, viendo que aquella insólita esfera, sorteando los pinos, venía directa hacía el, muy asustado, comenzó a correr a toda prisa monte abajo. Un vecino del pueblo, Tío Lorenzo, viendo a Manuel muy apurado precipitarse ladera abajo salió en su ayuda y se vio también involucrado en la carrera.
La extraña luminaria los estuvo persiguiendo durante un buen rato a los dos hombres hasta que llegaron corriendo hasta un pequeño valle verde conocido como Peña de la Covella, cuando la luz salió de la espesura del bosque y estaba a punto de arremeter contra ellos, se esfumó en el aire dejando tras de sí una estela azulada que fue desvaneciéndose lentamente. Ambos quedaron temblorosos intentando explicarse lo que acababan de experimentar. Posteriormente, una vez recobrado el aliento, pudieron comprobar como esta insólita esfera no llegó a hacer mella ni en los pastos ni en los árboles por los que cruzó.
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