Con el curioso nombre de “La Muerte Pelona” se conoce en Tejeda de Tiétar a una lápida granítica o ara votiva que se halla incrustada de forma horizontal en la pared sur de la Iglesia de San Miguel, aunque su original y correcta colocación fuese vertical. Posee unas dimensiones de 0,87 metros de largo por 0,38 metros de ancho, su grosor lo desconocemos al encontrarse adosada en el muro.
Se trata de una figura antropomorfa que ocupa las dos terceras partes del ara y que ha sido interpretada como un "danzante". Cubre su cabeza con un tocado, una especie de sombrero de picos o montera, parecen adivinarse los brazos que sujetan con sus manos la falda o enagua que le llega hasta las rodillas, en sus piernas ligeramente curvadas se distinguen claramente sus pies descalzos, como si bailase de puntillas.
La inscripción que figura en el ara es la siguiente:
Votvm fecit libe (nier) Selais Duillis Ivlive
(Julio hizo un voto libremente a las Selais Duillas).
Los estudios nos indican que las “Selais Duillas” eran diosas prerromanas, deidades protectoras de la vegetación y el danzar sería una de las formas de venerar a esas diosas de la Naturaleza. A las Selais se las ha asociado con una divinidad conocida como Selu, que parece compartir raíz con el Sela o Sala indoeuropeo que significa río, en cuanto a las Duillas se piensa que deriva de la raíz también indoeuropea dhal o dhel, que significa brotar o florecer. Por lo que bien pudieron ser divinidades consagradas al río Tiétar.
Esta lápida ha sido objeto de apedreamiento por parte de los vecinos hasta casi la actualidad, existen varias teorías sobre el posible significado de este curioso ritual:
Algunos ven en esta costumbre, al igual que en la danza un ritual potenciador de la fertilidad.
Otros creen que el “danzante” es una victima inmolada que sustituye a una persona que sería lapidada, recordemos que los habitantes de la antigua Lusitania sellaban pactos de adivinación y realizaban ofrendas a través de sacrificios humanos, la victima no sería otra que el danzante.
Existe otra versión que habla de que ese apedreamiento podría tener su origen en antiguas costumbres cristianas y se realizaría con el fin de dar castigo a lo pagano o desconocido.
Iglesia de San Miguel
El escritor cacereño Ricardo Hurtado de San Antonio la cataloga en el siglo III basándose para ello en la falta de abreviaturas. No obstante, la aparición de lápidas, grabados y relieves en edificios religiosos ha sido algo usual a lo largo del los tiempos, siempre se ha creído que su presencia se podría deber tanto a la reutilización de materiales de construcción ya tallados, como a la sacralización de elementos paganos o desconocidos.
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