La monja que después de muerta sudó tres días y su cráneo con la marca de la cruz

Nos situamos a las afueras de la localidad de Puebla de Alcocer, allí se erige actualmente el conocido como el Convento de Nuestra Señora de la Visitación, un magnifico edificio abandonado lleno de misterio y rodeado de una paz solamente alterada por las aves que allí anidan. Sobre este cenobio existen dos leyendas, una que habla sobre su fundación y otra sobre el cadáver de una monja que allí habitó.

La primera de las leyendas, la que habla sobre la fundación del convento dice así: a comienzos del siglo XVI, el que fuera el párroco de Talarrubias, Francisco Fernández Valdevieso se dirigía a decir misa a la vecina localidad de Puebla de Alcocer. Cerca ya de esta localidad, quedó sorprendido cuando pudo divisar sobre un peral la imagen de la Virgen, la Santa Madre se dirigió a él pidiéndole levantar en aquel mismo lugar un convento que fuera consagrado a la Orden de la Inmaculada Concepción. Francisco Fernández comenzó las obras del convento entre 1546 y 1547 pero falleció sin poder terminar la construcción, fue su sobrino don Juan Fernández Temiño, obispo de León el que continuó con las obras, siendo terminadas en 1585, tras su construcción el cenobio quedó bajo el patronazgo de los Duques de Osuna y Béjar, quienes se encargaron de dotarlo de medios económicos para su sostenimiento. 

La otra leyenda habla sobre sor María, una de las religiosas que habitó el convento a principios del siglo XX, tras la muerte de la religiosa cuentan que su cuerpo estuvo sudando durante tres días. Este hecho fue comunicado por la congregación al Arzobispado de Toledo pero al demorarse demasiado la contestación de las autoridades religiosas su cuerpo tuvo que ser enterrado en el convento. Pasaron quince días tras su enterramiento hasta que llegaron desde el arzobispado de Toledo, en ese momento fueron exhumados sus restos y al hacerlo los integrantes de la comitiva religiosa vieron atónitos como el cráneo de la religiosa presentaba con un trazado bien marcado la forma de la cruz, una cruz que por más que frotaron no pudieron hacer desaparecer. Estos dos hechos hicieron desplazarse al mismísimo arzobispo de Toledo a la población, que tras comprobar el prodigio dijo que sor María “no había perdido la gracia bautismal”. Posteriormente, el cuerpo de la religiosa volvió a ser enterrado y su cráneo fue colocado en la capilla principal del convento como reliquia piadosa. Durante la Guerra Civil Española (1936-1939) el convento sufrió graves daños y las monjas se vieron obligadas a abandonar el lugar, llevándose consigo gran parte de los bienes que albergaba el edificio. Fruto de ese abandono y posterior desmantelamiento el cráneo de la religiosa desapareció.

Posteriormente el convento se convirtió en una prisión improvisada, una vez terminada la guerra, desde allí cuentan que los días 21 y 25 de mayo de 1939 fueron sacados en camiones en dos tandas 37 presos republicanos para ser fusilados y abandonados en las trincheras situadas en la finca Bodegones, en los lugares conocidos como Cuesta de las Cabezas y El Chaparral.

Actualmente se encuentra en manos privadas y en estado ruinoso, conservándose aún su portada plateresca y su claustro de doble arcada con columnas de granito.

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