El Bobo de Coria

Cuando el Duque de Alba y Marqués de Coria descubrió Las Batuecas y Las Hurdes, co­menzó a preocuparse por aquellos hombres que el dra­maturgo Lope de Vega había descrito como descendientes de los godos. En la parte norte, más montañosa e inaccesible encontró algunas personas con deformidades, personas de escaso talento pero con una simpatía y gracia por encima de lo normal, eran auténticos cretinos, personas dotadas de escasa inteligencia. Concretamente en Calabazas, una alquería perteneciente a Caminomorisco descubrió a un enano, bizco y un tanto deforme que presumía de ser el gracioso de la comarca, era Juan Martín Martín.

Por aquellos entonces era costumbre y daba cierto caché a los grandes señores tener en sus palacios bufones que amenizaran las veladas. Frente al la seriedad y el protocolo de la nobleza ellos ponía el contrapunto de humor usando para ello la burla y el sarcasmo. Estas personas eran tratadas como auténticos animales, se les pagaban con el alojamiento, vestido y en ocasiones con restos de comida.

Así, el Duque de Alba se interesó por él y se lo llevó hasta su palacio en Coria. Este gracioso hurdano, bautizado con el nombre de su pueblo natal: Juan "Calabacillas", pronto se hizo famoso en la mansión ducal y hasta en la ciudad de Coria por sus actuaciones humorísticas. Conociéndose posteriormente en la ciudad cauriense como “El Bobo de Coria”

Pero la fama de Calabacillas fue tal, que llegó hasta la misma Corte de Felipe IV y el Rey se encaprichó de tal forma del bufón, que el Duque no tuvo más remedio que regalár­selo al Monarca. Calabacillas coincidió en la Corte con Velázquez, Lope de Vega, Quevedo, Góngora entre otros. Hasta 1631 estuvo al servicio del cardenal-infante don Fernando de Austria, pasando a partir de 1632 al servicio del Rey. Fue un privilegiado respecto al resto de los bufones de la corte, cuentan que "El Bobo de Coria" tenía sueldo, una mula para moverse, estaba autorizado para dar órdenes al resto de los enanos y bufones y para andar libremente por palacio.

"El Bobo de Coria", lejos de ser un cretino de cierto retraso mental, debió ser una persona astuta, muy inteligente, que se valió de su apariencia para poder conseguir privilegios en palacio y así poder labrarse una vida mejor. Juan Calabacillas quedó retratado en unos de los lienzos de Velásquez y en la puerta Poniente de la Catedral de Coria, una estatua decorativa en granito sobre una pilas­tra de la balaustrada se sigue llamando "El Bobo". 

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