El Cristo de la Colada de Guadalupe

Tenemos constancia desde los primeros años del siglo XIV de la presencia de una pequeña comunidad judía en Guadalupe. Hacia 1480 los judíos de la villa eran personas pudientes e influyentes, incluso durante el siglo XV bajo los prioratos de fray Juan de Guadalupe, fray Rodrigo de Salamanca, fray Alonso de la Rambla, fray Juan de Avilés y fray Diego de Marchena llegaron a prestar dinero al mismo monasterio. En esta época y debido a su condición de prestamistas judíos y conversos fueron favorecidos por el monasterio. Fue precisamente por este motivo por el que en diciembre de 1484 llegaron a Guadalupe varios inquisidores, su visita se clausuró con la expulsión de unas 230 familias conversas (el 19% de la población) y con la muerte de fray Diego de Marchena, siendo quemado vivo el día 2 de agosto de 1485 en medio de la plaza, con asistencia de todo el convento.

A finales de 1576, el rey de Portugal Don Sebastián se reunió en Guadalupe con su tío, el rey Felipe II con el fin de convencerlo para que le apoyase en una cruzada contra el reino de Fez (Marruecos). Cuenta la leyenda que ambos se encontraban comiendo junto a sus séquitos en un mesón de la villa propiedad de un judeo converso. Mientras ambos monarcas se hallaban reunidos el mesonero torturó y mutiló un crucifijo de madera escondiéndolo, con intención de tirarlo, en un cesto de ropa sucia (colada). De las heridas de la imagen maltratada manó tal cantidad de sangre que produjo un reguero sanguinolento que alertó a los soldados del ejército real que estaban en dicho mesón. El profanador y su familia se dieron a la fuga sin que jamás pudieran encontrarlos y los soldados de Felipe II depositaron la imagen ultrajada en la Capilla de Santa Ana del Monasterio de Guadalupe, desde entonces allí recibe veneración.

 

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