Visiones de Jesús de Nazaret en Santibáñez El Bajo

Eufrasia Martín, conocida en el pueblo como “La Chata”, era una vecina de la localidad cacereña de Santibañez El Bajo. La tarde del 16 de Febrero de 1995, Eufrasia viviría una experiencia que cambiaría su vida para siempre, salió de casa, como todos los días, para ir a recoger las cabras que se encontraban pastando en el paraje cercano al pueblo conocido como “La Cigüeña”.

Encontrándose en dicho paraje y de repente Eufrasia comenzó a sentir un profundo mareo y observó como un rayo cruzó el cielo transformando su color de azul a dorado. Mareada comenzó a observar como todo lo que se encontraba su alrededor empezó a desaparecer como por arte de magia: el campo, las cabras… De pronto pudo observar como una nube blanca de aspecto inmaculado descendió del cielo y de ella sobresalió un rostro, no se veía demasiado bien, pero si pudo observar su perfil y medillas, parecía ser una cara dulce. En cuestión de segundos la nube desapareció y de nuevo delante de ella volvieron a aparecer las cabras y el campo pero algo raro había sucedido porque estaba anocheciendo, de lo que dedujo que debía de haber estado varias horas en trance. Inmediatamente volvió al pueblo muy asustada y les contó la experiencia a las personas más allegadas.

Tuvieron que pasar diez días, hasta que el 26 de febrero, Eufrasia se armara de valor y decidiera de nuevo volver sola a “La Cigüeña”, a pesar de sentir cierto temor parecía que había algo que le empujaba a ir, no consintió que nadie la acompañase. En esta segunda ocasión volvieron los mareos y una nuble de un blanco inmaculado similar a la que se le apareció días atrás hizo acto de presencia, esta vez una potente luz cegadora la acompañaba, de nuevo desaparecieron el cercado, las cabras y todo lo que había a su alrededor. El resplandor le permitió observar el rostro de lo que ella definió como un hombre bello, con el cabello largo y castaño. Este personaje la miró fijamente y exclamó:

“No temas. Estas protegida. Nos veremos el día 30 de mayo. Ese día sabrás quien soy”

Tras la disolución de la aparición Eufrasia llegó al pueblo desconcertada por la nueva visión que había tenido y de nuevo se lo contó a sus familiares.

El 30 de mayo, el día elegido, Eufrasia no consintió que nadie la acompañase, llegó al lugar y volvió a entrar en trance, en esta ocasión la visión fue bien distinta, primero observó una extraña luz sobre una encina y al acercarse descubrió que se trataba de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. A los pocos segundos se le apareció la figura de Jesús de Nazaret, vestido con una túnica blanca, con el pelo largo ensortijado y de color castaño la miraba fijamente sonriente, pero no infundía ningún temor. La contó muchas cosas bonitas y la pidió que construyera un santuario en ese mismo lugar donde aseguró que algún día brotaría un manantial de agua curativa que salvaría muchas vidas. Antes de desaparecer pudo ver detrás de Él a una mujer bellísima que no dijo nada, solamente la sonrió, era la Virgen del Carmen.

La noticia corrió como la pólvora, Eufrasia incluso llegó a ser llamada por el obispo de Cáceres para conocer de primera mano su experiencia y la zona se convirtió en lugar de peregrinación, allí se reunía mucha gente para rezar el rosario, especialmente los días 15 de cada mes.

En cierta ocasión y con más de doscientas personas como testigos Eufrasia entró de nuevo en trance y cuenta que comenzó a ver difuntos dentro de una nube que intentaban comunicarse con ella, momentos después apareció Jesús de Nazaret y Eufrasia sintió levitar, algo que evidentemente no vieron los presentes. De pronto un estallido en el cielo la despertó del trance y al volver en sí descubrieron un estigma con forma de cruz que tenía en la frente de la vidente.

Desde entonces, fueron varios los trances que volvió a vivir Eufrasia. Siguiendo las instrucciones dadas por la aparición erigió en el lugar un modesto santuario y mandó traer una cruz desde Zamora para colocarla en la pequeña capilla, todo fue pagado de su propio bolsillo. Eufrasia, ya fallecida, siempre fue una mujer humilde, jamás mostró tener interés en rentabilizar económicamente las visiones, verdad o no Eufrasia siempre creyó a ciencia cierta que la divinidad había descendido del cielo para dejar su testimonio.

Fuente: Extremadura Misteriosa / José Manuel Frias
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