Orson Welles y los conventuales de Alcántara y Calera de León

El conventual santiaguista de Calera de León tuvo la función de residencia prioral con motivo de las obras de reforma de la sede del Convento de S. Marcos, en León. Así, en 1560 se toma la decisión del traslado provisional de la sede hasta la localidad extremeña, donde permanecería algunos años hasta un nuevo traslado provisional a Mérida, donde radicaría esta hasta 1600, año en que la sede volvería definitivamente a León. Más tarde el enorme edificio pasaría a ser residencia del vicario, además de seguir siendo la iglesia parroquial de la localidad.

El edificio ha sido completamente restaurado hace pocos años por el Ministerio de Cultura y ahora brillan con luz propia los preciosos capiteles y ménsulas labradas, las impresionantes bóvedas de crucería estrellada y los curiosísimos esgrafiados de la iglesia, claustro, sala capitular y demás dependencias, decoración digna de tan ilustres inquilinos.

Respecto al Conventual de San Benito de Alcántara, el mismo se decidió construir en su actual ubicación  –anteriormente había tenido su sede en el castillo y se habían  iniciado y abandonado obras en otro emplazamiento– en 1504, comenzando la construcción al año siguiente. Desde 1544 ó 1545 se incorpora al proyecto el arquitecto Pedro de Ybarra, y hacia 1575 finalizan, quedando inacabado el edificio, los trabajos. El conjunto posee iglesia, claustro y dependencias residenciales, siendo de particular interés el templo con sus capillas funerarias y bóvedas de crucería de gran altura, así como, exteriormente, su cabecera y la galería colindante.

Tanto Alcántara como Calera de León son una visita obligada para cualquier amante del arte y de la historia de Extremadura, pero...¿Qué tiene que ver Orson Welles con sus edificios conventuales?

Cuenta José Miguel Merino de Cáceres en su artículo “El frustrado exilio de las conventuales de Alcántara y Calera de León. Noticias sobre la singular aventura corrida por los conventos extremeños” (NORBA: Revista de arte, número 7, 1987) que el multimillonario nortemericano William Randolph Hearst (propietario de numerosos medios de comunicación) comenzó a construir en 1919 en San Simeón, California, su palacio-museo. Pues bien, para levantar y decorar tanto este como el resto de sus casoplones de todo el mundo dispuso una red de agentes por Europa (en España el arquitecto Arthur Byne) cuya misión era localizar edificios históricos susceptibles de ser comprados y demolidos, así como sortear los obstáculos legales necesarios para llevar a cabo su traslado a EEUU. Desde 1915 a 1930 Byne facilitó a Hearst todo tipo de piezas artísticas vulnerando la legislación patrimonial nacional española. Las piezas podían ser sillerías de coro, claustros, fachadas de inmuebles, artesonados, y hasta un monasterio entero, el de Sacramenia en Segovia, que fue comprado por el magnate norteamericano. José Manuel Merino de Cáceres ha estudiado en el artículo citado la correspondencia conservada entre Hearst, Byne y la arquitecta americana Julia Morgan, encargada de reacondicionar los elementos arquitectónicos en las propiedades de Hearst, y descubierto esta curiosa historia.

Fue para una de esas residencias para las que en ese periodo le encargó el millonario norteamericano material a Byne, y fue entonces cuando Byne le ofreció un interesante monasterio, el de Alcántara, al que se refiere como “cantera”, a pesar de que ser Monumento Nacional desde 1914, planteando el arquitecto la demolición del inmueble para recuperar y trasladar, sobre todo, bóvedas de crucería, artesonados y elementos decorativos de piedra. Sin embargo determinadas circunstancias hacen que Byne decida cambiar la “cantera” de Alcántara por el Conventual de Calera de León. Sin embargo de nuevo fracasaría Byne, pues la noticia de la previsible desmantelación del inmueble aparecida en prensa no solo dio al traste con el proyecto sino que provocó la declaración del histórico edificio como Monumento Nacional en 1931 y el comienzo de un expediente de expropiación en 1934.

Así, finalmente, de forma afortunada, lo que pudo haber sido la completa destrucción de estos dos importantísimos monumentos se redujo a la pérdida para el “tesoro nacional” (como se decía antes) de un artesonado del conventual de Alcántara, el de su biblioteca, única pieza extremeña de la que se tiene constancia que llegara a suelo norteamericano antes de que Byne abandonara la empresa, hoy día sin localización conocida.

Y es aquí donde entra en juego el director de cine norteamericano Orson Welles, pues fue en el riquísimo empresario Hearst en quien se inspiró para retratar a Charles Foster Kane, protagonista de su obra maestra “Ciudadano Kane”, cuya megalomaníaca obsesión por acaparar objetos tan bien refleja la película.

Así que cuando vean “Ciudadano Kane”, al final de la película, muerto ya Kane, fijense en la escena en la que la cámara sobrevuela las estancias permitiéndonos ver la acumulación de tesoros (muchos de ellos aún en cajas) acumulados por Hearst / Kane tras una vida entera de rapiña. En ese momento uno de los encargados de su clasificación dice: “En el hall hay un templo de Burma y tres techos españoles, todo embalado aún...” Fíjense con atención porque puede que uno de esos “techos” y algunas de esas cajas sean las del desaparecido artesonado de Alcántara.

 

Agustín J. Castaño Fernández

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