La Fuente de la Sanchita

Cierto invierno del siglo XVIII, un grupo de serranos llegó a los alrededores de Aldea del Cano para dar de pastar a sus rebaños huyendo así del duro frío septentrional. Cuenta la leyenda que el hijo de uno de los pastores, siendo aún un niño trajo consigo una pequeña serpiente originaria del norte peninsular llamada Sanchita. Mientras padre e hijo cuidaban del ganado el animal rondaba los alrededores de la choza manteniendo alejados de la morada a ratones y otros bichos indeseables. Pasado el invierno, los serranos regresaron al norte dejando aquí a Sanchita, esperando volver a encontrarla el próximo año.

Al siguiente invierno los mismos pastores volvieron con su ganado a la zona. El niño al llegar al chozo comenzó a llamar a la culebra: "Sanchita, Sanchita"... pero el animal no daba señales de vida. Ante la insistencia del hijo, el padre entró en el chozo para buscar al animal, pero al abrir la puerta una enorme serpiente le sorprendió lanzándose sobre él, envolviendo su cuerpo y estrangulándolo hasta cortarle la circulación sanguínea. Y es que la pequeña Sanchita había crecido tanto que se había convertido en un gigantesco reptil del que dicen que llegaría a medir más de tres metros. El hijo presa del pánico, viendo como su padre se encontraba inmóvil en el suelo con la serpiente enrollada en el cuerpo, corrió a Aldea del Cano para pedir ayuda. Inmediatamente se presentaron con él varios vecinos armados. Tras conocer los hechos acontecidos lejos de entrar en el chozo decidieron poner un cebo en la puerta y esperar a que el animal saliera, así que colocaron un conejo muerto en la puerta y los escopeteros apostados en lo alto de un canchal esperaron su salida. Tras  varias horas de espera finalmente el terrible reptil salió de su madriguera y los escopeteros abrieron fuego contra él dando muerte al animal.

Pasado el tiempo, cuentan que en la choza donde murió Sanchita, a unos dos kilómetros de Aldea del Cano, en una finca conocida como Zafra, se construyó una fuente y unos pilones para dar de beber al ganado. Y es que durante mucho tiempo, el agua de esa fuente alivió no solamente la sed de los animales sino la de todo aquel que transitaban por el camino que discurre entre Aldea del Cano y Albalá.

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